jueves, 6 de enero de 2022

SÚCUBO : EL DEMONIO SEDUCTOR

 



SÚCUBO EL DEMONIO SEDUCTOR

Eran 7 y 30 pm  en un día de semana invernal cualquiera, me iba en dirección a un condominio cercano a mi domicilio, en búsqueda de una señora amiga mía que me había invitado a su casa.  Al ingresar por el portón abierto del mencionado asentamiento, noté apenas luz que provenía de un poste de luz próximo a la entrada, y muy cerca se encontraba una caseta de vigilancia vacía en ese momento.  Venía caminando un buen trecho desde la entrada, cuando un hombre de estatura baja que aparentaba ser el vigilante, pues llevaba pito y manojo de llaves colgados en el bolsillo de su pantalón, me gritó con cierta hosquedad : “¡¡señorita, señorita deténgase!!. Pude notar que iba acercándose a mí tímidamente; esa forma de acercarse me pareció extraña y cuando lo tuve frente, observé que se trataba de un hombre mayor,  y que en vez de mirarme, lo hacía con gran atención hacia el rosario de madera que yo llevaba colgado al pecho sobre mi casaca.  Entonces como saliendo de su conmoción, me preguntó con voz grave a quien buscaba, mencioné el nombre de la señora; seguidamente él me indicó cuál era su casa, la cual era una casa - huerta, una de las viviendas remanentes de un fundo que se había constituido ahora en un condominio, y que por algún acuerdo, los contratistas las habían respetado, por lo que continuaban habitadas por familias. Como era un trayecto bastante largo y sinuoso, le pedí al vigilante si podía acercarme al lugar, pues sola me daba algo de temor, por lo que accedió amablemente. Lo primero que hizo fue pedirme disculpas por la manera en que se había dirigido a mí;  me explicó que actuó así por la forma tan inesperada que aparecí en el interior y que no se notaba mucho mi rostro. Ciertamente yo vestía una larga casaca con capucha puesta, pues estaba iniciando a llover. El anciano me manifestó que sintió temor ante mí, yo le acoté que tal vez mi atuendo le habría dado una apariencia de “pirañita” ; entonces él me aseveró que no se trataba de eso, pues ya había tenido experiencia con ellos y no les teme. Y antes de reiterarle la pregunta, continuó con su intrigante charla : señorita, yo la vi de lejos que usted era una mujer, pero como no se le notaba el rostro, aún más siendo de noche, me pareció un ser extraño y eso me atemorizó mucho.  Pero fui acercándome a fin de asegurarme que fuera una persona normal, entonces, pude observar la cruz que colgaba de usted, de su rosario, y entonces me tranquilizó, sabía que “ella” no llevaría eso jamás. -¿Quién ella?- le pregunté- El anciano me refirió, -cuando yo tenía casi 20 años, vivía aún en el norte (no recuerdo el nombre de la provincia costeña que me dijo) me invitaron a una fiesta muy alegre donde se comía bien como suele hacerse en provincia, había buen baile y también buen trago.  Entonces conocí a una chica linda y encantadora, con la cual bailé casi toda la noche.  Muchos me miraban envidiosos, pero yo me sentía feliz de estar con ella, presumiéndola ante los demás de tenerla como pareja de baile, auque mi intención era hacerla mi enamorada, por lo que emocionado prefería no tomar mucho para evitar el emborracharme y que otro me la ganara.  Salimos de madrugada, y caminamos por las calles oscuras, entonces ella misma me condujo a lo que ella dijo ser su casa, el lugar estaba bastante apartado, pero yo era un chico enamorado y no me interesó.  Llegamos a esa casa, que parecía como abandonada, ingresé con ella al cuarto, y ni bien entramos, ella empezó a besarme apasionadamente, yo le seguí, pero me parecía extraño que una chica que parecía tan dulce, de pronto me abrazara con violencia, me estrujara y me besaba en la boca como queriéndome devorar, yo me sentí incómodo, no era un muchacho tan experimentado y quise rechazarla, mas de pronto me jaló rápidamente y con fuerza al otro cuarto contiguo y empujándome a una especie de cama, se abalanzó sobre mí con pasión furiosa, y empezó a gruñir como animal, entonces quise detenerla y tomé su cabeza entre mis manos, pero, ¡¡horror! pude ver que ya no era la bella joven del baile, sino un monstruo espantoso, ¡¡estaba aterrorizado!! Unos ojos totalmente negros, una boca grande casi de oreja a oreja y abierta notándose dientes filudos, ¡¡era como un reptil o algo parecido!!- señorita- continuó con su historia- he visto muchas películas de horror buscando si hay algún monstruo que pudiera parecerse a esa cosa horrorosa, pero nada lo parece.  Cuando pensé que me iba a devorar ese monstruo, recordé que llevaba en el bolsillo, una crucecita que mi madre me había dado, y lo único que hice fue empujarla con brazos y piernas y gritar con todas mis fuerzas “¡¡Jesús, Jesús, Jesús ayúdame!!”, salté de la cama, y el monstruo me abrazó como para morderme, y yo seguía clamando a Jesucristo, y como pude, haciendo un esfuerzo desesperado, me zafé de esa cosa, corrí y abrí la puerta y huí de allí. Me daba la impresión que el monstruo me perseguía, porque la sentía rugir muy cerca, entonces yo gritaba de pánico pero nadie me escuchaba, estaba todo tan desolado.  Mientras tanto, yo corría y corría, y no me detuve hasta llegar a una Iglesia; la estaban abriendo y entré corriendo, empujé al sacristán en la puerta y me refugié llorando allá; afortunadamente el sacristán aunque me rezondró, no me botó de la Iglesia, parecía que comprendía mi desesperación, así que arrodillado y sollozante agradecía a Dios que ese demonio no me matara y me hubiera ido al infierno con él. – Yo quedé sorprendida con su relato, y se lo manifesté, por lo que el viejo prosiguió -usted seguramente creerá que estoy chiflado, pero le juro por el Sagrado Corazón de Jesús, que eso me sucedió, no fue ningún sueño, fue real; por eso desde esa fecha señorita, siempre tengo cuidado cuando aparece una bella mujer de improviso, como lo hizo usted; pero cuando a usted le vi su rosario, sabía que no era un demonio. 

Llegados a la puerta de la casa que buscaba, luego de tocarle la puerta, abrió la señora quien luego de saludarme le agradeció al vigilante que hubiera tenido la gentileza de haberme acompañado hasta la puerta, ya que es difícil la primera vez llegar hasta su casa.  El anciano amablemente se despidió.  Mientras le observaba alejarse de nosotros, le dije a la señora, - el vigilante me acaba de relatar una historia increíble y espeluznante sucedida en su juventud, hasta se asustó conmigo. ¡¡Oh vaya!!, - me dijo ella con cierta aire impasible - a mí también me lo contó, aunque nunca me dijo que se haya asustado conmigo o con alguien que haya llegado acá.  Sé que lo relata siempre a algunas personas.  Lo que le haya pasado, lo marcó para siempre.

 Aporte y reporte de la Lic. Martha Tenorio Azaña.

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