SÚCUBO EL DEMONIO SEDUCTOR
Eran 7 y 30 pm en un día de semana invernal cualquiera, me iba
en dirección a un condominio cercano a mi domicilio, en búsqueda de una señora amiga
mía que me había invitado a su casa. Al
ingresar por el portón abierto del mencionado asentamiento, noté apenas luz que
provenía de un poste de luz próximo a la entrada, y muy cerca se encontraba una
caseta de vigilancia vacía en ese momento.
Venía caminando un buen trecho desde la entrada, cuando un hombre de
estatura baja que aparentaba ser el vigilante, pues llevaba pito y manojo de
llaves colgados en el bolsillo de su pantalón, me gritó con cierta hosquedad :
“¡¡señorita, señorita deténgase!!. Pude notar que iba acercándose a mí
tímidamente; esa forma de acercarse me pareció extraña y cuando lo tuve frente,
observé que se trataba de un hombre mayor, y que en vez de mirarme, lo hacía con gran
atención hacia el rosario de madera que yo llevaba colgado al pecho sobre mi
casaca. Entonces como saliendo de su
conmoción, me preguntó con voz grave a quien buscaba, mencioné el nombre de la
señora; seguidamente él me indicó cuál era su casa, la cual era una casa -
huerta, una de las viviendas remanentes de un fundo que se había constituido ahora
en un condominio, y que por algún acuerdo, los contratistas las habían respetado,
por lo que continuaban habitadas por familias. Como era un trayecto bastante
largo y sinuoso, le pedí al vigilante si podía acercarme al lugar, pues sola me
daba algo de temor, por lo que accedió amablemente. Lo primero que hizo fue pedirme
disculpas por la manera en que se había dirigido a mí; me explicó que actuó así por la forma tan
inesperada que aparecí en el interior y que no se notaba mucho mi rostro.
Ciertamente yo vestía una larga casaca con capucha puesta, pues estaba
iniciando a llover. El anciano me manifestó que sintió temor ante mí, yo le
acoté que tal vez mi atuendo le habría dado una apariencia de “pirañita” ;
entonces él me aseveró que no se trataba de eso, pues ya había tenido
experiencia con ellos y no les teme. Y antes de reiterarle la pregunta,
continuó con su intrigante charla : señorita, yo la vi de lejos que usted era
una mujer, pero como no se le notaba el rostro, aún más siendo de noche, me
pareció un ser extraño y eso me atemorizó mucho. Pero fui acercándome a fin de asegurarme que fuera
una persona normal, entonces, pude observar la cruz que colgaba de usted, de su
rosario, y entonces me tranquilizó, sabía que “ella” no llevaría eso jamás. -¿Quién
ella?- le pregunté- El anciano me refirió, -cuando yo tenía casi 20 años, vivía
aún en el norte (no recuerdo el nombre de la provincia costeña que me dijo) me
invitaron a una fiesta muy alegre donde se comía bien como suele hacerse en
provincia, había buen baile y también buen trago. Entonces conocí a una chica linda y
encantadora, con la cual bailé casi toda la noche. Muchos me miraban envidiosos, pero yo me
sentía feliz de estar con ella, presumiéndola ante los demás de tenerla como
pareja de baile, auque mi intención era hacerla mi enamorada, por lo que emocionado
prefería no tomar mucho para evitar el emborracharme y que otro me la
ganara. Salimos de madrugada, y
caminamos por las calles oscuras, entonces ella misma me condujo a lo que ella dijo
ser su casa, el lugar estaba bastante apartado, pero yo era un chico enamorado
y no me interesó. Llegamos a esa casa,
que parecía como abandonada, ingresé con ella al cuarto, y ni bien entramos,
ella empezó a besarme apasionadamente, yo le seguí, pero me parecía extraño que
una chica que parecía tan dulce, de pronto me abrazara con violencia, me
estrujara y me besaba en la boca como queriéndome devorar, yo me sentí
incómodo, no era un muchacho tan experimentado y quise rechazarla, mas de
pronto me jaló rápidamente y con fuerza al otro cuarto contiguo y empujándome a
una especie de cama, se abalanzó sobre mí con pasión furiosa, y empezó a gruñir
como animal, entonces quise detenerla y tomé su cabeza entre mis manos, pero, ¡¡horror!
pude ver que ya no era la bella joven del baile, sino un monstruo espantoso, ¡¡estaba
aterrorizado!! Unos ojos totalmente negros, una boca grande casi de oreja a
oreja y abierta notándose dientes filudos, ¡¡era como un reptil o algo
parecido!!- señorita- continuó con su historia- he visto muchas películas de
horror buscando si hay algún monstruo que pudiera parecerse a esa cosa
horrorosa, pero nada lo parece. Cuando
pensé que me iba a devorar ese monstruo, recordé que llevaba en el bolsillo, una
crucecita que mi madre me había dado, y lo único que hice fue empujarla con
brazos y piernas y gritar con todas mis fuerzas “¡¡Jesús, Jesús, Jesús
ayúdame!!”, salté de la cama, y el monstruo me abrazó como para morderme, y yo
seguía clamando a Jesucristo, y como pude, haciendo un esfuerzo desesperado, me
zafé de esa cosa, corrí y abrí la puerta y huí de allí. Me daba la impresión
que el monstruo me perseguía, porque la sentía rugir muy cerca, entonces yo gritaba
de pánico pero nadie me escuchaba, estaba todo tan desolado. Mientras tanto, yo corría y corría, y no me
detuve hasta llegar a una Iglesia; la estaban abriendo y entré corriendo, empujé
al sacristán en la puerta y me refugié llorando allá; afortunadamente el
sacristán aunque me rezondró, no me botó de la Iglesia, parecía que comprendía
mi desesperación, así que arrodillado y sollozante agradecía a Dios que ese
demonio no me matara y me hubiera ido al infierno con él. – Yo quedé
sorprendida con su relato, y se lo manifesté, por lo que el viejo prosiguió -usted
seguramente creerá que estoy chiflado, pero le juro por el Sagrado Corazón de
Jesús, que eso me sucedió, no fue ningún sueño, fue real; por eso desde esa
fecha señorita, siempre tengo cuidado cuando aparece una bella mujer de
improviso, como lo hizo usted; pero cuando a usted le vi su rosario, sabía que
no era un demonio.
Llegados a la puerta de la casa
que buscaba, luego de tocarle la puerta, abrió la señora quien luego de
saludarme le agradeció al vigilante que hubiera tenido la gentileza de haberme acompañado
hasta la puerta, ya que es difícil la primera vez llegar hasta su casa. El anciano amablemente se despidió. Mientras le observaba alejarse de nosotros,
le dije a la señora, - el vigilante me acaba de relatar una historia increíble y
espeluznante sucedida en su juventud, hasta se asustó conmigo. ¡¡Oh vaya!!, -
me dijo ella con cierta aire impasible - a mí también me lo contó, aunque nunca
me dijo que se haya asustado conmigo o con alguien que haya llegado acá. Sé que lo relata siempre a algunas personas. Lo que le haya pasado, lo marcó para siempre.
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